diumenge, 9 de desembre del 2007

Entrevista Indiscreta

-¿Cuándo empieza tu aproximación a la música?
Empiezo mi formación clásica, estudiando flauta y piano en la escuela de la banda de Bétera, en Valencia. Tenía entonces diez añitos y no lo tenía muy claro, mi padre me cogió de la oreja y me dijo:¡Tú serás Mozart!, todavía no sé ni quien es ese, pero algo me dijeron de una flauta mágica. Luego me envió a Estados Unidos, a estudiar algo de cultura y a la vuelta terminé mi título profesional con sobresaliente, aunque tampoco era yo un virtuoso; luego intenté estudiar el Superior, pero me desecharon un par de veces en Valencia, así que me fui.
Después de algunas averiguaciones conseguí llegar a Castellón, me matricularon y de este modo alcancé los estudios superiores, salí a la Plaza Fadrell y grité: ¡¡Soy un Licenciado!!... desde entonces los bares se llenaron de húngaros y rumanos, y ya no fue lo mismo, fue otra cosa.

-¿Tienes antecedentes en tu familia?
Mi padre tocaba la guitarrita, me enseño tres acordes para hacer versiones de los Beatles. Por lo demás, mi madre superdesafinada, me cantaba El meu xiquet es el amo y se sentía una soprano universal. Aquello fue una circunstancia que trascendió en el tiempo de mi formación académica. Por las noches cantábamos valses de Straus junto a la chimenea, hasta que llegaba la policía. De ahí mi tendencia al 3/4.
Recuerdo también, en este momento, las deliciosas nochesbuenas en casa de mi abuelo en Borbotó, donde recibíamos la Navidad, con un magnífico concierto, en el que participábamos todos, donde estaba presente el Noche de Paz y Noche de Amor, los arreglos corales del libro de Cifre, el Mira como beben los peces en el río, para acabar siempre con Paquito el Chocolatero y San Miguel.

-¿Por qué la flauta?
Todo se remite a los discos de The Moody Blues, de los Beatles y de James Brown; en aquellas largas tardes de invierno, por la presencia de grandes flautistas entre estos rockeros, llegó a mi espíritu artístico un halo de aire electrizado que fue decisivo.
Tras probar con el clavicémbalo y el fliscorno inglés, lo tuve claro: ¡La Flauta!, ¡Tú serás mi compañera!, dicho y hecho, a los pocos meses andaba con una flauta en cada mano. Una tarde apareció mi padre con un txistu, pero yo ya lo tenía decidido. Fue muy complicado, pero así quedó, hasta hoy, ya ve.

- ¿Quién te ha enseñado más sobre estas materias?
Sin menospreciar el método Altés y sus escalas, ni al Gariboldi ese, mis enseñanzas empiezan en el Santo Pasacalle y la Sagrada Procesión, con sus ritmos entrecruzados y la sexta napolitana de Cordero de Dios. Luego llegaron los compases de amalgama y la Teoría de Seguí.
Un día en Agullent descubrí la Marcha Mora y pocos días después en Alcoi decidí estudiar piano jazz y Hammond B3 (pata negra), fue una revelación, nunca lo olvidaré. Pasó a ser el motivo de mi carrera mediofondista.
A parte de la ensalada del conservatorio –de la que aún participo-, realmente me fui formando por el camino, con cursitos y cursillistas, con ferencias e interferencias, sin olvidar alguna masterclass improvisada sobre la barra de algún piano-bar. Algunos maestros incuestionables tenían nombres difíciles de pronunciar, para mí claro. Por esta circunstancia y por que no me acuerdo no los incluyo en la lista de nombres pronunciables, que normalmente tampoco pronuncio, obviamente.

- ¿En qué momento decides volar hacia Holanda?
Mientras estaba estudiando Composición y Dirección de Orquesta, apareció la música jazz, empezando a convivir las dos líneas en mi formación y luego en mi resultado artístico. Sentí un poco de asfixia estética, muy contraproducente –uno lo descubre con el tiempo-, y soñé que volaba hacia cualquier lugar, y que me acompañaba de camino Duke Ellington, Count Basie, Billy Holiday, Tete Montoliu, Charlie Parker,… todos vinieron conmigo, ya ves.
En Holanda, se podía vivir y estudiar, era factible dedicar un tiempo a cada cosa e incluso tener otros trabajillos –confieso que fui taxista-. Una madrugada polar, mientras sonaba en la radio Mood Indigo, mis ojos no daban crédito al descubrir que había subido al asiento de atrás la princesa heredera, la inadaptada Máxima Zorreguieta, bien es cierto que todo quedó en secreto hasta hoy. Aunque… sigue inspirándome aquel trayecto.

-¿Qué descubriste en los Países Bajos? ¿Valió la pena?
Decubrí el Capitalismo, cientos de gentes que trabajaban entre borrascas durante la semana, para comprar y comprar convulsivamente los fines de semana; esa era su diversión.
Claro que valió la pena, estar encerrado ocho horas al día en un cuarto de estudio nunca lo hubiera hecho aquí. Del mismo modo como tampoco hubiera escuchado tanto músico de Jazz, ni tantos conciertos, ni conferencias, ni tertulias; ni tanta marihuana. Aunque fue consecuencia de su inspiración los días de gloria que no tardaron en aparecer, fui seleccionado finalista del premio SGAE "Músico Revelación" Tete Montoliu, del año 2005 d.C.

-¿Ha habido muchos conciertos entre tulipanes?
La primera gran oportunidad llegó al segundo año, cuando tuve que sustituir a mi maestro en una gira de solista con Big Band. Sí, sustuí al loco Peter Guidi –siempre me recibía con un reparador whiski escocés-. No la desaproveché claro, era mi puesta de largo. No todos los días, nacen proyectos para flautistas de jazz.
Y así fui andando caminos, caminos sobre la mar, y ahora que me acuerdo, durante un par de años viví por debajo del nivel del mar –era insufrible mi condenado compañero de piso, él y sus jaquecas-. Pero yo sobreviví o sobremorí, según se mire. Me enseñaron mucho las jam sessions, aunque tuve que rehacerme después del primer encontronazo con el mundillo, tras escuchar mi esmerada versión un tono por arriba de Autumn Leaves –a la salida, metí la cabeza entre el manillar de la bicicleta, mientras mis lágrimas se mezclaban con la lluvia intermitente e interminable de la tierra de los tulipanes-.

-¿Cuáles son tus referencias musicales o artísticas?
En el principio fue Ramón Cardo, un cursillo en Bétera, unos primeros temas, la Big Band de Enjazzats, Talleres para descubrir el lenguaje, y poco a poco fuimos creciendo. Ya en Roterdam, conocí a Bart Platteau, Dick de Graaf y J.L. Hartong, unos monstruos que me trasmitieron los matices del lenguaje Jazz. En Enero del siguiente año, contacté con la figura, el "jazzman", Peter Guidi, sin adjetivos. Era un apasionado, un trasnochado aprendiz de sensaciones, un escocés de padres italianos y botella de whiski sobre la mesa, me enseñó a vivir el jazz, como un espacio artístico bello, como la mejor manera de interpretar el mundo desde el sonido. Un hombre autodidacta, sin academicismos, de la rue, de la escuela del asfalto, de la calle de adoquín escocés. Tuve la suerte, Dios mediante, de estar construyendo mensajes sonoros, con uno de los pocos que han llegado hasta hoy, uno de los músicos de una especie extinguida o en vías de extinción, de los que ya no quedan.

Quisiera señalar también como fue mi encuentro con Beethoven. Era una mañana soleada y feliz, estando yo en Valencia, y fue el maestro Galduf, por aquel entonces primer espada del conservatorio, quien me mostró las sinfonías de Beethoven, y yo curioso, me estremecí en esos mundos románticos, que contienen todos los pensamientos posibles. Me emborraché de Beethoven, y a veces, aún tengo ciertos mareos, motivados por su resaca. De Beethoven partí hacia otros hogares ilustres como lo fueron y lo son los de Manuel de Falla, Stravinski, Debussy, Mozart, Haydn, Brahms, Schubert, Schumann, Chopin, Mendelshon, Wagner,… y los maestros Serrano, Palau y Chapí.

-¿Cómo vives ahora?
Bien. No tengo novia, hago un llamamiento. Pero en cuanto a la música, hay tanto para disfrutar en el arte. Veo dos películas diarias, leo un libro a la semana, voy tres veces por semana a museos y teatros, y cuando no tengo nada que hacer toco un poco la flauta y el piano. Son superentretenidos y superdivertidos. Nada me aburre, todo me interesa. Voy una noche a la semana al Pinball, donde me atiende una joven camarera, una auténtica encarnación de Venus.
Escucho boleros de nostalgia y cubanas, con una copa de absenta y aguardiente, a media tarde; después, lo que sale, unos versos de Benedetti o de Girondo, o tal vez unas improvisaciones sobre unos standars, eso sí, siempre después de mis tristes notas largas, para que no se resienta el sonido de las chiquitas. Son mis cuatro amores, Nini la normal, Dindí la contralto, María la baja y Lidia la piccolo; encantadoras sabe? Son tan distintas como agradables, las quiero mucho, hablo mucho con ellas –como Almodóvar-, la soledad engendra lo sublime y a la vez, lo deleznable.

Ah, por cierto, como tengo que vivir de algún modo, le robo mensualmente unos euros a las arcas del estado, haciéndome pasar por profesor de conservatorio de Lenguaje Musical, en Requena –este año, siendo yo el profesor más joven, he tenido que ser secretario en las elecciones al Consejo Escolar, hecho que me enorgullece y me honra-; otras veces fui profesor de Armonía, en Castellón, allí tuve una revelación en forma de llamada de la Universidad, una voz me convocaba para difundir el lenguaje del Jazz entre los jóvenes de la Jaume I –nunca había tenido tan alto honor-. Mis días han cambiado, mis noches también.

-¿Y para el futuro?
Me interesa el futuro, porque es el lugar donde voy a pasar el resto de mi vida, eso decía Woody Allen, yo también digo lo mismo. Tengo en marcha distintos proyectos, pero sobretodo quiero tener tiempo para aprender mucho, para reflexionar sobre el arte y el jazz, para alcanzar un buen momento personal que me permita ofrecer grandes hallazgos. El futuro se construye cada día, ahora estoy en mis Comienzos de Búsqueda, como tía Lidia, a la que quiero mucho.
El futuro lo veo esperanzador e ilusionante, siempre he tenido claro que cualquier obra es fruto de su tiempo, de los pensamientos de las gentes y de la sociedad, uno es muestra de lo que le rodea. Hay muchos artificios, muchas pretensiones desorbitadas, carentes de ningún principio; pero yo sigo galopando, formándome, y tal vez, el tiempo y la humanidad se vuelva menos tecnológica, y el espacio para el arte y para el Jazz, tenga mayor amplitud y significación en la determinación de las vidas de las gentes. Es fundamental.

Entrevista Indiscreta a Andrés Belmonte para La Ventana Indiscreta.

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